top of page
Blog web Deborah.png

CARPE DIEM
2

¡AVISO! ESCENA DE ALTO VOLTAJE

Tranqui, aunque aquí lo llamemos capítulo 19, puedes leerlo sin miedo a spoilers.


Este fragmento ocurre justo después del último capítulo de La noche que Thor me cambió los planes (Carpe Diem I), pero en Carpe Diem II aparecerá como el capítulo 19.

y como ya he avisado, es una escena cargadita de spicy... No apropiada para leer en lugares públicos.

Nunca llames por telefóno después de las 2am

Carpe Diem II, capítulo 19

(...)

     Lucas, que es el que va más entero de todos, está detrás de la barra preparando una ronda de Sofía on the rocks, el cóctel estrella del local, diseñado la noche en que se conocieron solo para tachar de su lista lo de «Conseguir que le pongan tu nombre a algo». ¿Quién iba a decirles a estos dos que, un par de años después, estaríamos aquí, celebrando su inminente boda y con una exitosa bebida con el nombre de mi amiga?

      Sonia y Aga parecen haberse hecho superamigas, pues llevan toda la noche a lo suyo, bailando y riéndose con Fabio; Sofía está apoyada en la barra quejándose de la resaca que va a tener mañana, y Colin y Chloe están como dos tortolitos en una de las mesas.

Fabio deja a las dos mujeres charlando y se pasea por el bar, observando cada uno de los rincones del restaurante. Me da miedo conocerlo tan bien porque, tan pronto veo la diana en la pared, sé exactamente en qué está pensando: «Tirar un dardo en un mapa y viajar donde caiga». He escuchado demasiadas veces esa historia de los labios de Sofía.

      —¿No tendrás una impresora, Thor?

      —¿No querrás un mapa, por casualidad? —pregunta él con una sonrisita—. Hay una en mi despacho, vamos.

   No mucho después, Thor está preparando otra nueva ronda de cócteles y Fabio colocando el mapa en la diana. Sin siquiera pelearse por quién tira los dardos primero, Aga agarra el suyo, cierra los ojos y lanza.

      —¡Perú! —festeja—. Nunca me ha llamado en exceso, pero me apunto.

      Colin es el siguiente que se atreve.

      —Este dardo lo tiro por los dos, no tiene sentido que Chloe vaya a un sitio y yo a otro.

     —O podéis tirar dos dardos y hacer dos viajes —propongo—. Las reglas son bien claras: para tacharla, tienes que tirar un dardo y viajar al lugar en el que caiga. ¡No puede hacerlo otra persona por ti!

     —¿Desde cuándo te preocupa a ti tanto seguir las reglas?

     Sé que Chloe me está provocando de nuevo, así que les dejo que hagan lo que les dé la real gana. No es asunto mío.

   —Inglaterra. ¿Se puede tener peor suerte? —Colin tuerce el gesto al ver lo que ha decidido el azar. El karma ha hablado, por tramposos.

     —No te preocupes, cariño, que todavía tenemos mi tirada —dice su mujercita.

     Fabio tira el dardo y cae…

     —¿En medio del océano atlántico? —se sorprende.

     —Te dejamos volver a tirar —acepto.

     —¡Ni de coña! No hay lugar donde no pueda llegar en barco o en avión, ¡acepto el reto!  Te toca, amore. Cierra los ojos.

     Y lo hago, con fuerza, porque no quiero que el dardo me lleve inconscientemente a alguno de esos lugares que me muero por visitar, como Bali, Tanzania o Argentina. Tiro el dardo con energía y… No quiero abrir los ojos. ¡Qué emoción!

       —¿Me puedo reír ya?

    La pregunta de Fabs va seguida de las risas jocosas de todos mis amigos. Me veo obligada a abrir los ojos y… a mí no me hace ni puta gracia.

   —Propongo una cosa: Colin, Fabs y yo volvemos a tirar —ruego, decidida a hacer excepciones si la situación lo requiere.

     —¡Ni de coña! —suelta Chloe entre hipidos—. El dardo ha hablado y te vas a…

     —¡¡¡Japón!!! —canturrean todos al unísono, comenzando una danza extraña.

     —No solo a Japón, diría por el emplazamiento del dardo, que es concretamente… Osaka —completa Colin entre risas.
      Japón. David. No es posible. 

     —¡Lo habéis trucado!

   Estoy tan furiosa que me voy a la diana en busca de imanes que Fabs haya podido colocar en mi dardo para que conecte directamente con Japón, pero no hay nada. No me puedo creer mi mala suerte.

     —¿Quieres llamar a David ahora o esperas a estar menos borracha? —Estaba tardando Sofía en unirse al chiste.

     —Creía que no querías que me subiera a todos los trenes, mi reina.

      —Olvida lo que dije, a este tren tienes que montarlo.

     —Atención a las palabras elegidas: tren y montarlo —se burla Fabs, chocando la mano en alto con Sofía.

     —Está bien, iré a Japón… Pero sola. Esto no tiene que ver con David. Como mucho, acepto a Fabs como compañero de viaje.

      —¡Por supuesto que me voy a ir contigo!

      —¡Llama, llama, llama, llama, llama…!

    La tontería la empieza Fabs, pero pronto le secundan todos, repitiendo ese mantra mientras aporrean la mesa o la tapa de una cacerola con una cuchara de madera. ¿De dónde han sacado los utensilios de cocina?

     Resoplo, vuelvo a la barra con Lucas y me bebo mi Sofía on the rocks de un trago. Son las cuatro de la mañana y la situación es superbizarra. Si Sofía no estuviera tan borracha de alcohol y felicidad, probablemente estuviera asesinando a Aga y Fabio con sus propias manos por lo que sospecho que va a pasar cuando demos la noche por finalizada. A mí me parece todo genial, pero mi amiga no es tan liberal como yo.

     —Una que se pira al hotel. ¿Alguien se viene?

   Todos dudan, nadie se aclara y yo decido hacer mutis por el foro. La repentina heterosexualidad de Fabio y la liberación sexual de Sonia no son algo de lo que quiera ser testigo. Este chico ya no sabe ni qué hacer con tal de tachar cosas de su lista.

     Lo primero que hago al entrar en mi habitación de hotel es darme una larga ducha. 

Me pongo una camiseta de algodón y unas bragas limpias, y me tiro en la cama a dar vueltas, porque entre el jet lag y la cafeína que llevo encima, a ver quién pega ojo esta noche.

    Además, hay algo que tengo que hacer y no sé ni cómo abordarlo. Me tapo la cabeza con la almohada y pego un gritito que me hace sentir una quinceañera. Al igual que ese imbécil, yo también creo mucho en el destino, las casualidades no existen. Y ese dardo me estaba hablando alto y claro.

    Llevo semanas fantaseando con que volvíamos a vernos. ¡Dios! Alguien capaz de crear esas obras de arte tiene que sentir tanto por dentro… Cuando veo fotos de alguno de sus edificios pienso que el mundo sería un lugar más hermoso si lo diseñara él.

    Como no sé qué decirle ni cómo aceptar su propuesta, le mando un mensaje con la esperanza de que esté plácidamente dormido y no me conteste hasta por la mañana.

      Claro y conciso.

 

        Patri: Carpe Diem, Capullo Calientabragas.

 

O tal vez no tan claro ni tan conciso… ¿Qué hace despierto un domingo a las 5am, hora japonesa?

 

      David: ¿Eso es que sí… o que no? Tu fluidez lingüística me ha despistado.

      Patri: Tengo condiciones: nada de sexo y tú pagas todo.

     David: Alojamiento, comida y transporte. No estás en un todo incluido, y tienes pinta de ser una mujer cara de mantener.

      Patri: Cariño, trabajo duro para pagarme mis caprichos. Pero los vuelos a Osaka salen por mil libras y tengo claro que no voy sacrificar ni un céntimo de mi sueño por complacerte a ti.

      David: Mmm…, ¿estás pensando en complacerme? ¿Para qué esperar a que vengas?

    Patri: Date una ducha fría, mi rey, que te veo acalorado. Tengo otra condición: quiero mi propia habitación de hotel en Tokio.

   David: Denegado. ¿Cómo vamos a hacerles creer que eres mi novia si dormimos en habitaciones separadas?

     Patri: Soy cristiana. Diles que quiero llegar virgen al matrimonio.

 

   —¡Mierda! Me está llamando… —pienso en voz alta al ver su nombre y su foto parpadeando en pantalla.

   Bueno, no es exactamente su foto… Puede que la haya tuneado un poco con una aplicación y ahora tenga cuernos y los ojos rojos. Y puede que también tenga rabo…

     Otro rabo, quiero decir.

    David no me deja ni saludar cuando descuelgo el teléfono.

    —No es discutible, Virgen Patricia María. En mi apartamento tendrás tu propio cuarto, en Tokio nos hospedamos juntos. Si quieres duermo en la bañera, pero será en la misma habitación.

    —¿Qué más da que durmamos en habitaciones separadas? De todos modos, en cuanto nos vean juntos, no se lo van a tragar, te lo digo yo.

    —Se lo tragarán porque, mal que te pese, tenemos una química brutal. Y como no hablan español, puedes seguir llamándome Capullo Calientabragas que a ellos les parecerá hasta romántico —asegura, mientras yo le hago burla al otro lado de la línea—. ¿Estás borracha, Sirenita?

    —Un poco. ¿Cómo es que tú estás tan entero? Pensé que estarías con un harén de mujeres ahora mismo. Ventajas de las relaciones abiertas.

      —¿Tanto te cuesta creer que necesito algo más que dos cervezas y una cara bonita para irme a la cama con alguien?

       —¿Algo como qué, bombón? ¿Ganas de venganza?

       —¿Acabas de llamarme bombón?

       —No sé… ¿Lo he hecho?

       —¡Estás más borracha de lo que pensaba! ¿No te irás a arrepentir mañana, no? Porque estoy a punto de comprarte los billetes antes de que suban más de precio.

        Le tranquilizo, o algo así…

       —Tampoco estoy tan borracha, solo un poco tontorrona.

        —Dime, ¿por qué has cambiado de idea?

        —Porque tiré un dardo en un mapa y ahora tengo que viajar al lugar donde ha caído. No sé a qué dios le has puesto velas, pero diría que tienes al destino de tu parte.

        —Lo que tengo de mi parte es a tu dichosa lista, al parecer.

      —Ten cuidado no se ponga en tu contra, también tengo vengarme en ella, y eres la víctima perfecta —le provoco.

       —Sirenita, eres un dolor de cabeza —protesta entre risas—. Acabo de darme cuenta de que voy a poder hacer realidad mi fantasía de llevarte a comer pollo teriyaki en un Street market para comprobar si gimes así en la vida real.

        —Solo son negocios, no te emociones. No pienso gemir para ti.

        —Te recuerdo que ya lo hiciste, y fue delicioso.

       Su voz susurrándome al teléfono es razón suficiente para excitarme. Mis manos se van instintivamente a mi lencería, colándose en mi interior. Me retuerzo mientras comienzo a acariciarme con frenesí.

       —Aún recuerdo tu sabor en mis dedos… —sigue.

       —¿No te estarás tocando mientras lo recuerdas, arquitecto?

      —¡Para nada! —Su tono de voz es tan candente que me cuesta creerlo—. Y seguro que tú tampoco.

      —Ajá… —gimo.

   Con el cuello sujeto el teléfono contra mi hombro, mis manos están demasiado entretenidas dándome placer, imaginando que es él quien me toca como lo hizo en esa playa. Me gusta imaginar que él también tiene la polla en la mano y se está masturbando para mí. No me molesto en esconder mis gemidos al ver que su respiración también se agita, mientras me enumera todos los sitios a los que va a llevarme en Japón. Me froto el clítoris con fuerza, introduciendo dos dedos de la otra mano. ¿Cómo demonios hemos acabado así?

      Oigo un resoplido que me recuerda extrañamente al sonido que hizo antes de correrse aquella noche. ¿Realmente se está tocando? Eso me estimula, hace que me complazca con más fuerza. Mi garganta decide liberar lo que siente mi cuerpo.

      La conversación se ha vuelto apasionante. Podría hablarme de física nuclear que me iba a excitar exactamente igual

      —Mmm… ¿Tú también estás cenando pollo teriyaki, Sirenita? —se burla.

      —Yo he pasado directamente al postre.

  —¿Qué hay en el menú? —susurra seductor—. Suena apetitoso, me encantaría compartirlo contigo.

     —Ni lo sueñes, arquitecto. Hay cosas que están más ricas si te las comes sola.

     —Pon la cámara y lo negociamos. Igual te gusta lo que ves.

     —¿Seguimos hablando de pollo teriyaki?

     —¡Por supuesto! Estoy deseando que pruebes mi... pollo. Pon la cámara, anda.

     —Buenas noches, David.

     —¡No me hagas esto! Quiero ver cómo disfrutas de ese postre —gimotea.

     —Me temo que vas a quedarte con las ganas. Te recuerdo que sigo cabreada contigo.

     —Ya lo solucionaremos cuando estés aquí.

     —¿Qué me estás proponiendo exactamente?

    —Que te relajes cuando nos veamos y te dejes llevar. Que seas la chica divertida y dulce que tanto me gusta, ¿podrás?

      —Dime, ¿qué gano yo con todo esto?

      —Saca las manos de tus bragas y te lo explico —me vacila.

      —¿Quién eres tú y qué has hecho con el chico tímido que conocí una vez?

   —Son las cinco de la mañana, me he tomado un par de cervezas y aun no me he acostado por intentar darle forma a mi nuevo diseño. Sin éxito, por cierto. Así que lo siento, no tengo ni idea de dónde está ese chico al que buscas. Hoy tendrás que lidiar conmigo.

    —Igual, este me gusta más.

    —¿Es eso un piropo, Sirenita?

    —Ya hablaremos cuando no esté borracha.

     —Ni a punto de correrte.

     —Cariño, vas tarde.

   Le oigo reír, pagado de sí mismo, y juraría que sus gemidos se hacen más intensos porque… sí, él también acaba de… ¡Joder! Imaginarme a David liberándose es demasiado estimulante. No voy a poder pegar ojo en toda la noche.

    —¿De verdad acabas de…?

   —Me temo que vas a quedarte con la duda. Te avisé de que sería más divertido si encendías la cámara.

    David me pervierte, me enloquece, me…

   —Buenas noches, Capullo Calientabragas.

   —Buenas noches, Sirenita. —Tras un silencio incómodo en el que ninguno de los dos se atreve a colgar, añade—: La próxima vez que gimas así, espero que sea en mi oído, y no a través de un teléfono.

   —Vas a tener que currártelo mucho para convencerme.

   —Soy un hombre paciente.

   —Ocho años de espera te avalan.

Mis manos vuelven al punto de partida. Preparados, listos… ¡ay!

Copia de Feed_Déborah P.Gómez.png

2024 © Deborah P. Gómez

  • Blanco Icono de Instagram
  • Blanca Facebook Icono
  • Blanco Icono de YouTube
  • goodreads
  • Blanco Icono Amazon
  • TikTok
bottom of page